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‘Porque amo a Kensington, exijo mejor del gobierno de la Ciudad’

Un sábado, mi hijo de 11 meses y yo caminamos hasta la parada de autobús 3 en la avenida Kensington y la calle Clearfield. La parada de autobús estaba, como siempre, cubierta de basura. Fue particularmente horrible ese día, así que tomé una foto, la publiqué en Twitter y etiqueté a Philly311. Volví a consultar horas más tarde y encontré numerosos extraños en línea que me sugerían que hiciera cosas que he estado haciendo durante los últimos 10 años para mejorar el vecindario.

Kensington (al norte de Lehigh) es el primer vecindario en el que viví cuando me mudé a los Estados Unidos en 2012, y ha sido mi hogar desde entonces. A lo largo de los años, llamé y envié correos electrónicos a mi concejal, participé en limpiezas de bloques, asistí a reuniones comunitarias, llamé a Philly311 demasiadas veces para contar, participé activamente en el grupo comunitario Amigos de McPherson Square (Friends of McPherson Square) y anteriormente participé activamente en la Asociación de Vecinos de Kensington (Kensington Neighborhood Association). Todo este trabajo es mucho trabajo no remunerado que los residentes de comunidades en mejores condiciones no tienen que hacer, trabajo que es como un impuesto adicional que tenemos que pagar por vivir en una comunidad pobre. Sin un final a la vista, estoy exhausta con mi trabajo de medio tiempo de ser una residente comprometida de Kensington.

Naomi Wildflower ayuda a plantar un árbol en su cuadra en Kensington. (Foto cortesía por Naomi Wildflower)

Condiciones del vecindario y relaciones complicadas

Este montón de basura en la parada de autobús no es lo primero ni lo último que me ha enfurecido. Me he enojado al ser forzada a la calle con un cochecito debido a los carros estacionados en las aceras rotas. Me he enojado cuando ocurren tiroteos en mi cuadra o cerca de ella. Me he enojado cuando mi buzón de correo y los postes telefónicos cercanos están llenos de volantes de “Compramos Cualquier Casa” dirigidos a mis vecinos que experimentan dificultades financieras. Me he enojado al ver agujas y basura tirada en los parques locales donde me gustaría llevar a mi hijo a jugar.

Quiero vivir en un vecindario funcional con servicios básicos. No culparé a mis vecinos con o sin hogares por una Ciudad que no realiza sus funciones más básicas. Los residentes de Kensington regularmente van más allá de las expectativas para mantenerse seguros unos a otros y mantener limpio el vecindario.

También trabajo en Kensington, proporcionando servicios de vivienda a mis vecinos sin hogar quienes viven con un trastorno por uso de sustancias. Siento la tensión de mis vecinos con vivienda quienes se sienten frustrados con los que no tienen hogares. Sin embargo, aprendí rápidamente que las categorías de personas que usan drogas, personas sin hogar y personas que crecieron en Kensington no son las categorías ordenadas y separadas que algunos creen que son.

Una de las primeras personas que me dio la bienvenida a Kensington fue un vecino amable y afectuoso quien vivía en una casa abandonada en nuestra cuadra. Diez años después, todavía lo veo por ahí. Muchas personas a las que ayudo en el trabajo me dicen que Kensington es el único hogar que han conocido y crecieron donde ahora se encuentran sin hogar.

Naomi Wildflower y su hijo Francis en un evento de Navidad en Harrowgate Park. (Foto cortesía por Naomi Wildflower)

‘La alegría en este vecindario es palpable y real’

A pesar de los graves problemas de saneamiento, el tráfico de drogas al aire libre, las altas tasas de violencia armada y la falta de seguridad para los peatones, me encanta Kensington. Casi todos mis amigos viven aquí. Las niñeras de mi hijo están aquí. Mi oficina está a seis minutos en bicicleta de mi casa. Tengo buenos recuerdos de todas las cuadras a las que he llamado mi casa. Me encanta que el tren me lleve al centro de la ciudad en 20 minutos. Me encanta que me conozcan los bibliotecarios de McPherson Square, los empleados de la oficina de correos de la calle Willard, el guardia de cruce de la cuadra y el encargado del mostrador de la pizzería.

He visto los fuegos artificiales del 4 de julio en lo alto de fábricas abandonadas de cinco pisos de altura. He andado en bicicleta a través de los aspersores abiertos en días de 100 grados y he salido corriendo por la puerta para alcanzar el camión de helados que bajaba por mi cuadra. He pasado incontables horas con vecinos alrededor del patio trasero y fogatas en el techo, cafés compartidos y cervezas en las escaleras. He hecho artesanías en los jardines comunitarios de los vecinos y he disfrutado de sus cosechas.

La alegría en este vecindario es palpable y real. Elijo verlo, reconocerlo y celebrarlo. Aquí conviven la alegría y el dolor. No podemos permitir que la gente se salga con la suya diciendo que Kensington es un mal lugar. Es un buen lugar que está mal tratado.

Porque amo a Kensington, exijo mejor del gobierno de la Ciudad. No pondré a vecino contra vecino. Culpo a la Ciudad por este montón de basura en mi parada de autobús. También culparé al gobierno federal por librar una guerra clasista y racista contra las drogas y criminalizar la pobreza durante décadas. Todos merecemos algo mejor y es hora de dejar de esperar que los residentes de Kensington solucionen problemas que no creamos nosotros.


Traductora: Marian Ayala / Editoras: Solmaira Valerio, Zari Tarazona / Diseñadora: Siani Colón