Soy un educador queer camboyano estadounidense de generación 1.5 apasionado por la equidad educativa y la igualdad social. Los miembros de mi familia eran refugiados de Camboya, sobrevivieron al genocidio camboyano que tuvo lugar después de la guerra de Vietnam y emigraron a los Estados Unidos de América cuando yo era un niño pequeño. Mis padres me inculcaron el valor de la educación en una etapa temprana de mi vida y me animaron a dar lo mejor de mí. Mi hermano y hermana mayor fueron a escuelas de admisión especial, así que esperaba seguir sus pasos. Aunque obtuve buenas calificaciones y tuve una ética de trabajo positiva, tomar exámenes no fue mi fortaleza.
Mastbaum no fue mi primera opción para la escuela preparatoria; fue mi último. En octavo grado, descubrí que mis puntajes de Terranova no eran lo suficientemente altos para las escuelas de admisión especial. Decidí postularme a escuelas de toda la ciudad que ofrecían programas de artes culinarias ya que tenía aspiraciones de ser chef. Tenía la esperanza de que me aceptaran en algún lugar, pero recibí cuatro rechazos escolares y una aceptación de Mastbaum. Deseé que las escuelas me hubieran reconocido más allá de los puntajes de mis exámenes, pero sin ninguna alternativa, acepté mi destino.
Para el tercer año, sentí que Mastbaum tenía un mayor énfasis en la preparación profesional que en la preparación académica. Estoy agradecido por las oportunidades que tuve a través de Philadelphia Academies, Inc. para experimentar la industria de la hostelería y la restauración trabajando junto a profesionales en el sector y obteniendo una exposición práctica en el Café Panther de Mastbaum. Estas experiencias me ayudaron a evaluar una carrera en artes culinarias, pero fue en mi clase de inglés que me di cuenta de que quería obtener un título universitario.
Entre mi tercer y cuarto años, tuve algunos maestros que estaban emocionados de saber que estaba interesado en ir a la universidad. Recuerdo reunirme con mi maestro de inglés para trabajar en mis habilidades de escritura, reunirme con mi consejero académico para oportunidades de aprendizaje adicionales como inscripción doble y clases de colocación avanzada, e inscribirme en un programa de preparación universitaria después de la escuela centrado en las universidades de artes liberales. Lo que aprendí de esta experiencia es que tuve que tomar mi educación en mis propias manos, sabiendo que carecía de muchos privilegios que a menudo son fácilmente accesibles para estudiantes pudientes. Los recursos estaban disponibles, pero los estudiantes tenían que buscar las oportunidades ellos mismos. Deseaba buscar oportunidades al comienzo de mi primer año, pero no sabía que tenía que pedirlas o buscarlas.
Mi primer año en Gettysburg College fue extremadamente desafiante porque, aunque busqué muchas oportunidades educativas en mi tercer y cuarto años de la escuela preparatoria, no tenía el mismo nivel de preparación académica en comparación con mis compañeros que asistieron a escuelas públicas o privadas de alta calidad y bien financiadas por la mayoría de sus vidas. Me sentí ansioso y busqué formas de compensar lo que me faltaba participando en muchas actividades extracurriculares, buscando con frecuencia el apoyo de mis profesores y utilizando recursos del campus como el Centro de Escritura o las sesiones del Asistente de Enseñanza. Me sentí tan poco preparado y preocupado de decepcionar a mi familia y a tanta gente que creía en mí.
Durante mi segundo año, me inscribí en un curso de educación y nos asignaron analizar la experiencia educativa de un grupo étnico minoritario en los Estados Unidos. Autoidentificándome como camboyano estadounidense, pensé que sería una tarea fácil escribir sobre la comunidad camboyana en Filadelfia. Sorprendentemente, me presentaron la investigación educativa y las historias sobre las desigualdades sociales y los desafíos que enfrentan los estudiantes camboyanos en la educación. Después de esta asignación, fui a la oficina de mi profesora y le conté cómo esta información se sentía tan personal y explicaba mucho de lo que experimenté desde la primaria hasta la escuela preparatoria. Quería tomar acción, por lo que mi profesora me desafió a crear una especialización de diseño propio que me permitiera profundizar en mis experiencias educativas. Encontré mi fuerza impulsora para terminar la universidad: crear soluciones y accesibilidad para cerrar la brecha de logros y oportunidades que plaga a las comunidades urbanas de bajos ingresos.
A lo largo de mi carrera universitaria, me enorgullece haber trabajado en programas extracurriculares dando clases particulares a niños latinos migrantes, con frecuencia me ofrecí como voluntario en el refugio para personas sin hogar y el centro local para personas mayores, enseñé en escuelas y programas de verano, y se me ofreció la oportunidad de contribuir a las iniciativas de diversidad del campus. También pude explorar la reforma educativa urbana en Baltimore, organizar oportunidades de servicio de promoción de la alfabetización y viajar a muchos países para aprender sobre los derechos humanos y los sistemas educativos. Quería estar equipado con habilidades y experiencias de vida que pudiera traer de vuelta a Filadelfia.
Cuando me gradué de la universidad, tuve la oportunidad de regresar a Kensington a través de Episcopal Service Corps – Servant Year para trabajar en la Iglesia Libre de St. John y en un nuevo rol en la iglesia de mi familia. Estaba emocionado de regresar a la comunidad de Kensington y comenzar a invertir en la vida de los estudiantes a través de un programa extracurricular de la escuela primaria, una despensa de alimentos y un alcance comunitario. En la Iglesia Libre de St. John, trabajé con familias de bajos ingresos y estudiantes que enfrentan una gran cantidad de desafíos, como un padre encarcelado, inseguridad alimentaria, violencia en el vecindario y dificultades de aprendizaje. En la iglesia de mi familia, dirigí las clases de la escuela dominical y me conecté con los vecinos de Kensington para participar en las actividades de nuestros niños. Ambas experiencias fueron transformadoras y me sentí orgulloso de asociarme con Kensington porque me concentré en su tremendo potencial más que en los problemas de la comunidad.
Después de estas experiencias, continué sirviendo en comunidades urbanas a través de la enseñanza de la ciencia, facilitando programas para niños y jóvenes y conectándome más con organizaciones comprometidas con el apoyo a poblaciones marginadas y desatendidas.
Actualmente, soy el director de desarrollo infantil y juvenil en la Asociación Camboyana del Gran Filadelfia (Cambodian Association of Greater Philadelphia, CAGP -por su sigla en inglés-), supervisando los programas comunitarios de desarrollo infantil y juvenil en el sur de Filadelfia. También sirvo en los comités de Asian Mosaic Fund, un círculo de donaciones para las comunidades asiáticas americanas e isleñas del Pacífico (Asian American and Pacific Islander, AAPI -por su sigla en inglés-), y Philadelphia Asian & Queer, una organización que proporciona espacios comunitarios centrados en la curación. Tengo en cuenta las complejidades de las vidas humanas y los sistemas con los que interactúan, la lucha constante por una sociedad justa que sea equitativa e inclusiva para todos y las oportunidades para cultivar la próxima generación.
Traductora: Marian Ayala / Editora: Marian Ayala, Zari Tarazona, Solmaira Valerio / Diseñador: Henry Savage
Si está interesado en compartir sus experiencias con las escuelas de Kensington, envíe un correo electrónico a editors@kensingtonvoice.com, y consideraremos publicarlo en nuestra sección Voces.